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Profesora Ann Varley dictó charla sobre la relación entre movilidad y geografía de género

Viernes, 08 Junio 2018 12:01


D geoIMG 2547Diálogos con la Geografía: “
Espacios domésticos e identidades móviles: reflexiones desde la geografía del género”, fue el título de la charla impartida por Ann Varley, professor of Human Geography, UCL (University College London). Convenor, UCL Gender & Sexuality Studies. La expositora fue invitada por el profesor Andrés Núñez, quien realizó una introducción indicando que: “es nuestro interés, a través de la exposición de Ann, visibilizar la relación entre geografía y género y la reflexión que se está llevando a cabo en las ultimas semanas en nuestro país”.

La profesora expuso sobre los orígenes de la geografía de género, la relación que tiene con los conceptos de lo masculino/femenino, público/privado, casa/trabajo y de fijo/móvil. Una de las primeras críticas en el marco de la geografía de género, se hizo a partir del libro “The femenine Mystique” (1963, Betty Friedan). Donde se reprocha a los suburbios estadounidenses y se retrata la vida idealizada de este en los años 50 en adelante, “la época de oro, si se quiere decir, de la familia nuclear de Estados Unidos”, indicó Ann. “Aquí se ve la cuestión urbana, que también se reflejó en los primeros ensayos y artículos de geografía feminista”, agregó

La geografía feminista surgió como una forma de análisis urbano, lo que no quería decir que no había geógrafas o geógrafos estudiando cuestiones de género en el mundo rural. Los primeros artículos sobre geografía de género se enfocaban en el trabajo remunerado dentro del sector formal de la economía y la división que había con la casa o el hogar. Un rechazo al hogar y valor al trabajo, rechazo a lo fijo y valor a lo móvil.

Se mencionó, además, la relación entre las mujeres y el espacio público y las restricciones que tenían a la movilidad, por ejemplo: si una familia tenía un solo auto, siempre le correspondía al hombre usarlo. También había una restricción a lo físico, y la vestimenta. Y se creaba una vulnerabilidad al acoso sexual, situación que creaba temor al espacio público, al espacio abierto.

A finales de los 90 la mujer ya trabaja, y se reflejaba en lo que exponían los geógrafos al respecto que, a finales del siglo XX, las doctrinas de las esferas separadas en gran parte se habían roto, ya habían pasado. “Yo no estoy de acuerdo, soy tal vez más pesimista (…) las esferas privadas y públicas siguen teniendo importancia en nuestras vidas (…) Hay una tendencia a dar la espalda a estas cuestiones, no se habla tanto hoy día del ámbito privado y público, en parte por temor a reforzarlo, pero yo no comparto la visión de que, si hay algo que no nos agrada, la manera correcta de reaccionar es dar la espalda a ese problema, deberíamos afrontarlo”, señaló Ann.

La tercera ola del feminismo, en los años 90, se caracteriza por una preocupación de la relación entre distintos ejes de nuestras identidades: la diferencia de clases, sexualidad, capacidad, religión, etc.

Con respecto a las oposiciones binarias, categorías mutualmente exclusivas, donde un término era más valioso que el otro, como la valorización del trabajo frente al hogar, o a la racionalidad sobre la emoción; se trató de sobrellevar haciendo énfasis en la movilidad como una manera de escapar de esta división del mundo en dos posibilidades y nada más. “Las categorías hombre y mujer son pensadas no como sustancias publicas, sino como construcciones móviles. De nuevo ese contraste entre lo fijo, espacio domestico físico y estable, y las construcciones móviles”, explicó Ann. “Hay una movilidad de lo que somos a lo que queremos o podríamos ser”, concluyó.



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