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Una década de sequía

Viernes, 14 Febrero 2020 10:30


Captura de Pantalla 2020-01-10 a las 10.27.49La sequía comienza a producirse normalmente por una condición meteorológica anómala durante un período prolongado, dando lugar a un déficit en las precipitaciones o a un aumento en la evapotranspiración. Esto puede causar una disminución de las reservas de humedad del suelo y, en consecuencia, afectar al flujo y almacenamiento hídrico superficial. Estos fenómenos pueden verse afectados, además, por el consumo humano de agua que modifica los patrones espaciotemporales de disponibilidad hídrica, alterando las características de las sequías e incluso desencadenando nuevos eventos. De este modo, estos fenómenos pueden estar provocados tanto por factores climáticos como humanos.

Las variaciones climáticas probablemente condicionan la aparición de sequías de la misma forma que la influencia humana puede mitigarlas o intensificarlas, y sus consecuencias pueden reflejarse en distintos niveles. Por ejemplo, la escasez hídrica actualmente puede causar impactos significativos en los sistemas agua-energía-alimentos. Desviar agua de canales o embalses en las zonas aguas arriba podría beneficiar la seguridad alimentaria, pero conducir a una reducción del caudal de los ríos aguas abajo poniendo en peligro la seguridad hídrica y energética.

Del mismo modo, el incremento de zonas demandantes de agua puede desencadenar déficits en zonas abastecedoras. Los estudios revelan que en el territorio central de Chile, la anomalía pluviométrica se prolonga casi diez años, con déficits de lluvia anual oscilando entre un 25% y un 45%. Esta zona acoge a más de 10 millones de personas que demandan agua para desarrollar prácticamente cualquier actividad. El descenso de los recursos hídricos podría comprometer el funcionamiento ambiental y económico de la zona central de Chile, influyendo profundamente en los componentes sociales y políticos del país.

La evolución y las características de las futuras sequías no solo dependerán de los fenómenos climáticos, sino también de las actividades humanas. Por ello, es recomendable, por un lado, disponer de estrategias de gestión hídrica que permitan abordar y mitigar sus futuros efectos

y, por otro, reducir las emisiones actuales de gases de efecto invernadero, con el fin de evitar una modificación permanente de los patrones climáticos globales. Un ciclo de retroalimentación que, según nuestras próximas decisiones políticas y sociales, puede ser positivo o negativo. El futuro de este planeta es responsabilidad de las sociedades actuales.


Por Javier Lozano

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Nota publicada Revista Universitaria, Nº 156, 2019