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Profesor Bernhard Höfle expuso sobre la Neogeografía

Jueves, 29 Mayo 2014 13:48

 
20140529 neogeografiaMapas especiales para ciclistas o corredores, conocer las tendencias de movimiento de los usuarios o los temas de los que habla la gente en determinado lugar, son algunas de las cosas que se pueden saber gracias a los datos que entregan las distintas aplicaciones que utilizamos en nuestros teléfonos, tabletas o computadores. Es la llamada Neogeografía, el tema que abordó Bernhard Höfle de la Universidad de Heidelberg, de visita en el Instituto de Geografía UC.

No solo fotos se comparten a través de Flicker o Instagram. También datos. Una cantidad enorme de información que, con técnicas de mapeo y tecnologías geospaciales, se han convertido en una herramienta muy útil para la geografía o “Neogeografía”, como se le llama a esta nueva tendencia de utilizar las herramientas que ofrece la web 2.0. Este es precisamente el tema que abordó Bernhard Höfle, académico de la Universidad de Heidelberg, Alemania, de visita en el Instituto de Geografía UC.

La posibilidad de compartir información y de colaboración, especialmente a partir de herramientas con open source o de código abierto, ha brindado múltiples posibilidades. A esto se suman las aplicaciones como Google Maps, Google Earth o Waze, que han ido mucho más allá de los mapas convencionales ofreciendo una serie de opciones y utilidades. De esta manera, la Neogeografía utiliza los datos que generan todas estas herramientas para el desarrollo científico.

Un ejemplo es OpenStreetMap (OSM), un proyecto colaborativo para crear un mapa del mundo gratuito y editable, que nació en 2004 inspirado en el éxito de la enciclopedia abierta Wikipedia. Sus miembros, que superan el millón de personas, registran los datos a través de dispositivos con GPS, fotografías aéreas y otros medios. La iniciativa se ha convertido en la principal fuente para muchas aplicaciones de mapas, estadísticas y sociales (como Foursquare), y también para desarrollar mapas específicos, como en el caso de Heidelberg, rutas seguras para corredores, ciclistas o sillas de ruedas.

“Podemos generar nuestras propias clasificaciones, es muy flexible”, explica Bernhard Höfle. El investigador también destaca el sello colaborativo de la experiencia. Varias son las motivaciones que tienen los colaboradores para participar, entre ellas la entretención, el conocimiento local, razones laborales, etc. Sin embargo, si bien los datos son de libre uso, no todos tienen acceso a ellos, ya que depende del acceso a la tecnología.

Por otra parte, el experto mostró cómo a través del uso de aplicaciones como Flicker o Instagram, es posible detectar ciertas tendencias, como por ejemplo el número de usuarios y dónde se encuentran dependiendo de la hora del día, el nivel de actividad de la población o cuáles son las ciudades más conectadas en el mundo, entre otras cosas. Es decir, cuáles son los “hot spots” o zonas de acceso a Internet a nivel local o global. También es posible hacer relaciones entre los “tópicos” o de qué habla la gente de acuerdo a los lugares en que se encuentran. O sea, las posibilidades de análisis de datos espacio-temporales son casi infinitas.

Pero, como agregó el investigador, si bien las oportunidades son enormes, también aparecen grandes desafíos en torno a la ética: ¿Quién es el dueño de los datos? ¿Quién es responsable por la información? ¿Con qué fines se utiliza? ¿Dónde está el límite entre lo privado y lo público? Todas interrogantes que recién están en debate.